PH: Alfie Vázquez
Ansiosa por ver el mundo, esta juglaresa nació tres meses antes de lo esperado un frío día de julio de 1977, en Chacabuco, Argentina. Vivió su infancia y adolescencia en Rawson, un pequeño pueblo rural de la provincia de Buenos Aires. Desde temprana edad se atrincheró en la biblioteca local para viajar con su imaginación hacia otros universos. Se rumorea que sus primeras palabras poéticas fueron inspiradas en la plaza San Martín, bajo la palmera que cobija un helecho. Cuenta la leyenda que el día que egresó de la escuela secundaria, le informaron que dos de sus cuentos serían publicados por una editorial de la misma ciudad que la recibió con sus setecientos ochenta gramos al nacer.
Tras dejar atrás su existencia bucólica, emigró a la Ciudad de Buenos Aires para estudiar Psicología. Luego de obtener la licenciatura y ejercer por un breve período la profesión, decidió que prefería escribir humor en vez de atender problemas ajenos. Se recibió de Profesora de Psicología, y más tarde, de Guionista de Radio y TV. Estudió, además, guión de cine, dramaturgia, y su último título, jura (aunque dicen que de los perjurios de los amantes se ríe Júpiter), es el de Profesora en Lengua y Literatura.
Su obra ha sido publicada en diversas antologías y revistas literarias. En el año 2003 despertó a la poesía su primer libro Después del sueño, declarado de Interés Municipal por el Honorable Concejo Deliberante de Chacabuco.
Algún que otro jurado ha premiado su labor de escritura en poesía, narrativa y dramaturgia. También se han estrenado radioteatros y obras de teatro de su autoría.
Actualmente trabaja como docente, correctora literaria, y coordina los talleres «Develar la escritura».
Lamentamos decepcionarte, pero su pelo rojo no es natural.
De chica quería ser astronauta y estar cerca de las estrellas. De grande quiere sentir el universo como cuando era chica.
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En su tiempo libre prueba puntería para batirse a duelo con Cupido.
Le gusta viajar por el mundo y registra sus vivencias en diarios de bitácora y crónicas. Incluso cuando come insectos, luce cual collares reptiles que se arrastran o arroja su existencia desde una grúa a cuarenta y cinco metros de altura, entre otras experiencias irreproducibles.
A pesar de lo que recomiendan los manuales del buen escribir, el gerundio es su verbo favorito, aunque lo discriminen por verboide.
El fuego ejerce sobre ella una fascinación casi al roce de la piromanía.
¿Querés saber aún más?
Descubrila a través de sus palabras.